Yo siempre he querido una Mac.
Delgadita, lisa,
con acabado mate,
de brillos precisos
y resistente a manchas de aguacate.
Yo siempre he querido una Mac.
Que parezca venida de ningún lado,
hecha por ningunas manos,
aparecida sin más.
Aquí.
A mi lado.
Yo siempre he querido una Mac
de pantalla amplia, manzanita gorda y
foquito respirante.
Con prendido rápido
y varias memorias gigantes.
Yo siempre he querido una Mac,
que no necesite antivirus ni lastime mi
espalda,
que sobre todo me entretenga y me
mantenga
sentado, seguro y descansado.
Yo siempre he querido una Mac,
que me consiga novia,
que me enseñe a cocinar,
que me muestre lo bueno y lo malo.
Lo bello, lo feo y lo discapacitado.
Yo siempre he querido una Mac.
Ecológica y amigable,
práctica, moderna e impecable.
Yo siempre he querido una Mac configurada
en español de México,
con Ñ y todos los acentos,
con música, cámara y,
si se puede ,
que haga rimas y ordeñe vacas.
Yo quiero una Mac porque me quiero hacer
presidente,
cirujano plástico y adivinador de la suerte.
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