Épocas navideñas.

26 diciembre 2011

Ya que mi cumpleaños cae un poco antes de Navidad y como la mayoría de la gente sale de la ciudad, estoy acostumbrada a felicitaciones a distancia, a la salida rutinaria con mis padres y a las muy bienvenidas vacaciones en cama.
Entrada la tarde -o al día siguiente- recibo preguntas del tipo : "¿Qué tal tu día?" "¿Cómo te la estás pasando?"
La obligación al goce hace que no responda nada. Carezco de palabras para decir con total franqueza: Me la estoy pasando de la chingada o, estoy deprimida o, es un día común y corriente ¿cómo ves?
Digo, tampoco es que salga uno a la calle y una escena parecida a esta se presente:



El día avanza sin tropiezos para los tabiquillos.

No me lo tomen a mal, claro que me gusta ser felicitada y esas cosas. Lo que no sé es cómo contestar esas preguntas sin sentirme obligada a explotar de la felicidad o hacer algo extravagante sólo para tener algo que decir.
Este cumpleaños en particular me la pasé sumamente triste. Recuerdos vinieron y se instalaron en mi piel, como una película que se proyectaba directamente sobre mis órganos. Estaba plenamente consciente de que era mi cumpleaños y lo que eso significaba -o no-.

Sólo a poquitas personas les pude contestar: "No muy bien", sin sentir que las defraudaba.

Quihubo

13 diciembre 2011

En Rusia nos vieron 8 veces,

¡Hola Rusia!


In Russia they saw us 8 times,

Hello Russia!

Bienvenida

03 diciembre 2011

Este post es breve.

Después de la entrada anterior a cargo de un nuevo autor, me toca presentar al Fresno. Él ya había leído por algún tiempo las entradas del blog por lo que la invitación a participar fue natural.
Su carácter, a diferencia de sus hojas siempre verdes, es un tanto áspero y rugoso, como si el verde fuera
Saludos a todos.

La Clase

A través de la repetición de frases estandarizadas, el profesor trataba de enseñar a quienes lo escuchaban. La falta de plasticidad en sus ademanes era bastante curiosa, hacía recordar a las personas que, "públicamente", se esfuerzan por hacer y decir todo para no decir ni hacer nada. De frente a él, los jóvenes que se esfuerzan por convertir su voz en un ruido más de la sala, y que le bajan el volumen convirtiéndola en una voz más de los objetos que hablan involuntariamente o por razones que son completamente arbitrarias. No por nada, la astucia de la razón es una de esas tantas y supuestas metafísicas que, sin embargo, suceden ahí y en un momento determinado, y nada más falta verlas como cuando una mariposa sacude frenéticamente sus alas volando frente a nosotros. "Esto ya lo dijo, es eso que esucho diario, en un tiempo que ya no sé contar, o que ya no cuenta para mí, ni me cuenta o me escribe porque llegó al punto en que atravesaba mis pensamientos y se volvía una tarea más en el automatismo del tiempo mismo". Entonces, y automáticamente de nuevo, se esparce fugándose en cadenas de palabras, signos, ademanes o sea lo que sea que toca la superficie de los oídos pero no tiene nunguna claridad, aquélla que por ejemplo un sueño nos entregaría: "Y sí, tú te tiraste por las escaleras y veía cómo morías (hay sectores que a Juárez...) y la desesperación me deshacía" piensa que soñaba uno, "A ver, ¿por qué cuando me encuentro con ese refrigerador (ya casi el maestro lo dijo todo...) despierto con ganas de orinar?" otro siente que soñaba. ¡Son los entes que determinan los servicios! - interrumpe el profesor con severidad... y el joven se impacta, su tímpano resuena con esas palabras. Entonces la paradoja: ¿qué no me escribo yo, o al menos sabía que me estaba escribiendo cuando entró de lleno la forma de una voz y no su fuerza? Tratamos de prever el futuro - entran otras palabras al oído: pero ya no importa. Hace tiempo que ese tiempo no me escribe, a pesar de que creo que sí me difumina.

Desesperación.

01 diciembre 2011

El yo a simple vista es sólo una forma gramatical pedestre para referirnos a nosotros mismos. El embrollo está en plantear al yo como a un uno indivisible matemáticamente. Pero no, planteamos que somos un uno disyunto - muy a la Badiou- sobre todo cuando estamos enamorados. Aquella división entre corazón-razón tan trillada.
Entonces, ¿uno, dos o varios? Este dilema ya lo planteaba Pessoa con sus heterónimos, después llegó Macedonio Fernández para gramatizarlo. Finalmente, Pablo Palacio entra con su mujer-creación para hablar de un yo que son dos que es uno.
Lo mismo pasa cuando se tiene dos nombres. Soy al mismo tiempo, yo-primera y yo-segunda al usar uno u otro, sobre todo por los momentos en que la gente decide utilizar.


Suspiiiiiiiiiiro.