Taxis de la Muerte Chiquita

29 abril 2012



Taxis de la Muerte Chiquita
La petite Mort (muerte pequeña) se refiere desvanecimiento post-orgásmico que sufren las personas en algunas experiencias sexuales.
Voy tarde. Salto la banqueta y esquivo un par de coches, indignados porque me aprovecho del tope que los detiene escupen cláxones agudos. Que suerte, no hay fila.
 “¡Una persona a Santa Fe!¡Una persona y se va!”
Me subo apresurado. El taxi arranca. Apenas si siento como mi aliento se queda atrás, apenas si lo veo desprendiéndose de mi boca. Mi pecho aún esta comprimido cuando decido conocer la cara de mis cuatro compañeros de viaje. Empiezo por el conductor y el copiloto, estirando mi cuello y ayudándome de los espejos. Al primero ya lo había visto: cara redonda, manos ásperas. El segundo oprime botones con gran desesperación y tiene los ojos entomatados de tanto jugar con su celular. Volteo a mi izquierda, esperando encontrar un pantalón de vestir o una falda genérica. Mi compañero de hombro corresponde a tal descripción: Khakis bien planchados. Pero cuando alargo la mirada hasta la esquina, me estrello contra unas piernas extremadamente largas, estrujadas entre el asiento de enfrente y la puerta. Falda color crema ligeramente arriba de la rodilla, piel lisa y prieta, tacones altos, morados, con moñito.
 Todos mis escalofríos se juntan en un solo gesto. Mis uñas parpadean perplejas y empiezo a tocar cariñosamente la puerta sin distraer mi mirada de aquella topografía extravagante, pensando que mi caricia puede viajar a través de la lámina, escurrirse por la fría ventana, empapar las porosidades del plástico y terminar por vertirse sobre esas piernas.
Es delicioso cuando la ropa se hace  a un lado, dándole protagonismo a la piel, permitiendo al cuerpo hablar con la violencia de lo humano. Y aunque, como es el caso, el cuerpo habite el más despreciable de los espacios, aunque este prisma-brillo-llanta lo mareé, lo deforme, lo aburra; el cuerpo empuja, desborda, seduce. El cuerpo ya no entre paredes troqueladas, ya no envuelto en tramas y urdimbres parejísimas, sino el cuerpo-piel que ahora estrujo a través de la perilla que en otro tiempo servía para subir y bajar el vidrio ventilando nuestras cabezas adormecidas. Las estrujo y las poseo a través de la perilla sin romper la fuerza que las hace bellas. Piernasvenadodesbocado. Piernasquijadadeboa.
Decido no bajarme donde debería, decido participar en la teatralidad innata de la situación. Un conductor ilegal maneja con un taxímetro que no cobra a un lugar que es sólo una fachada. Santa Fe: escenografía con pilares de pino barato, sosteniendo paredes huecas, puertas que no dan a ningún lado. Aprovecho que de por sí ya todo es ficción. Decido bajarme al unísono de aquellas piernas.
Pasamos por lo que podría ser una escuela, cuerpo naranja digiriendo a jóvenes incautos; camellones abandonados hasta por los insectos, esculturas mudas e inútiles, verticalidades reflejantes y, justo en uno de los lunares vacíos que aún quedan entre esta despiadada escenografía, las piernas piden la parada. Pago mis veinticinco pesos una fracción de segundo después que ellas. Me bajo aterrado. El taxi se va regresándonos nuestros alientos. Yo uso el mío para sonreír. Miro por primera vez la cara que empuja aquellas piernas. Noto los rastros de una barba cuidadosamente escondida bajo maquillaje, sus hombros son anchos y sus manos toscas. Él me sonríe de vuelta, gira sin prisa encaminándose hacía una reja rota que da pie a un mar de pasto reseco, de tierra olvidada. En sus pasos leo una invitación y la acepto. Tiro al fin la manija del taxi que momentos atrás había arrancado.











Yo siempre he querido una Mac


Yo siempre he querido una Mac.
 Delgadita, lisa,
con acabado mate,
de brillos precisos
y resistente a manchas de aguacate.


Yo siempre he querido una Mac.
Que parezca venida de ningún lado,
 hecha por ningunas manos,
aparecida sin más.
Aquí.
A mi lado.

Yo siempre he querido una Mac
de pantalla amplia, manzanita gorda y foquito respirante.
Con prendido rápido
y varias memorias gigantes.

Yo siempre he querido una Mac,
que no necesite antivirus ni lastime mi espalda,
que sobre todo me entretenga y me mantenga
 sentado, seguro y descansado.

Yo siempre he querido una Mac,
 que me consiga novia,
que me enseñe a cocinar,
que me muestre lo bueno y lo malo.
 Lo bello, lo feo y lo discapacitado.

Yo siempre he querido una Mac.
 Ecológica y amigable,
práctica, moderna e impecable.

Yo siempre he querido una Mac configurada en español de México,
con Ñ y todos los acentos,
con música, cámara y,
 si se puede ,
que haga rimas y ordeñe vacas.

Yo quiero una Mac porque me quiero hacer presidente,
 cirujano plástico y adivinador de la suerte.

Circularidades

26 abril 2012


Los pedazos de ceniza que dejaba sobre la mesa detrás de cada fumada son lo más satisfactorio que pude haber hecho aquella noche. Porque corretearnos simbólicamente en círculos viciosos de pura y total indeterminación terminó por hastiarme, no por el hecho del juego mismo de la tensión, sino porque me devolvió de manera torrencial todas las memorias de esa misma operación que ya no estaba dispuesto a realizar. Maldita actividad circular.
El tiempo hace la diferencia, en verdad, y tras haber recordado con desesperante lentitud cada uno de los instantes pasados en los que yo me convertía en partícipe del juego seductor, la náusea escaló fulminantemente de las puntas de mis pies a los extremos de los cabellos en mi cabeza. Todo el cuerpo se convertía en una podredumbre asquerosa a punto de vomitarse a sí misma, temblando de rabia, tedio, tristeza, adormecimiento, insensibilidad. Antes de culminar mi acto de explosión violenta, me detuve estoicamente para tan sólo alejarme, levantar el vuelo para surcar a través de las gélidas nubes de mis pensamientos. Ese cielo mío que conozco tan bien, que me espera cuando te tengo que abandonar.
Me humedecías con tus señas incomprensibles de atención sumergida en el filo más cortante de la ambigüedad, para que mi reacción no fuera la sorpresa o la desesperación; es mejor retraerme al silencio para neutralizarte con una sonrisa acompañada de una frase estándar de empatía. Después de todo, ¿qué necesidad de antagonizar? Laissez-faire, principio estúpido y estéril que me obligas a practicar. Para tener la entereza obstinada de alejarme de ti, no necesito hacer aspavientos o levantar inquisitivamente mis manos para señalarte con rencor, sólo tengo que recostarme en las suaves plumas de mi buena amiga la amargura y observarte actuar disparatadamente a través de los segundosminutoshoras… hasta que te canses o decidas retirarme de tu presencia.
El coqueteo presencial se volvió un arte de la autoenajenación yo-pretendo-que-te-quisiera-cuando-no-o-quién-sabe-cuáles-son-mis-intenciones-de-verdad. Palabras faltan, como siempre, pero la sensación de quiebre súbito que suelta a chorros permanentes la frialdad en la que se ha vuelto mi sangre, no me deja escapar ya a la comodidad evanescente de mi imaginación escalonada, de mi estación primaveresca donde el amor no se acaba porque siempre es correspondido.

Hilo de Ariadna


Aquí es donde encuentro la punta de mi hilo de Ariadna:
Usted tiene demasiados problemas, me dijo, tiene que tomársela con bastante calma durante un tiempo. No se mueva tanto, hay que estar tranquilos durante el procedimiento para evitar accidentes. Cuando le de la señal, va a sentir un poco de dolor en la parte trasera de su cabeza, no se preocupe… ¿Ya empezamos? Chequen bien la regularidad de sus signos vitales… Aquí podemos encontrar algo interesante.
En efecto, lo más interesante de todo era el brillo tornasol del tejadito que los otros usaban para cubrirse del sol. Cuando los rayos caían con aplomo sobre las finas hojas de arcilla acomodadas en líneas perfectamente calculadas, el color me dilataba las pupilas y después de un tiempo podía cerrar los ojos, mover la cabeza hacia los lados y abrirlos para dibujar formas de seda cromática en el amplio patio que me rodeaba. Debajo del tejado las largas y delgadas bancas plateadas sin respaldo que, en dos filas de tres, daban la oportunidad de observar con detalle los gestos – y en consecuencia las actitudes – de cada uno de los que se sentaban a sofocar el sopor que les producía el sol resplandeciente. “Los que están ahí sentados”, pensaba, “me hacen completar el cuadro orwelliano en el que estoy”. Son asistentes a su propia reificación, su sopor es producto del sol tanto como de la muerte lenta que uno vive en este lugar. Las raíces se sumen en la frente hasta que cubren todo el cerebro, succionándole los líquidos, secándolo de a poco. Eso sentía yo también cuando levantaba la mirada de nuevo al sol que es un disco de luz y sentía sus emanaciones atravesar los párpados, los ojos, los nervios, la materia gris…
Bueno, ya tuvimos suficiente por hoy. De seguir así se va a recuperar pronto, ¿eh? Está mostrando un progreso increíble (!) para ser la primera sesión. Todos sus problemas dependen de qué tanto esté dispuesto a hacer con paciencia su recuperación objetual, ¿Si me explico?
El Sol, buena metáfora para los choques eléctricos.

VI ó del placer

25 abril 2012

Pay de elote.
Y pasta.
Pay de elote y pasta.
Pido pasta y pay de elote.
Pay de elote. Pay de elote.
Veinte veces pay de elote.
      ¿Puré de papa? No.
Me place con pasta el pay de elote.
No el pay de elote con pasta,
la pasta con pay de elote.
Me place pasta. Me place elote.
Pasta para pay, pasta para elote.
Pasta de elote. Pay de pasta.
Pido pasta y pay de elote.
Me place.
Place del placer que place.
Pasta place.
Pay que place.
Pay de elote place.
La pasta.
Y el pay de elote.

Quererte hoy

23 abril 2012

Para ese alguien especial: para ti.

Quererte hoy es tan esperanzador como mantener vivo a un paciente en estado vegetativo.
Quererte hoy es tan útil, y tan simple, como firmar un cheque sin fondos.
Quererte es como la muerte de ese ser amado que, tras meses de lucha en un hospital, al fin se ha ido.
Es una dolorosa noticia quererte, quererte hoy que ya te vas.
Quererte hoy significa enfrentar las consecuencias de tu ausencia. Quererte cuando sé que no volverás.
Quererte así es tan sabido, que ya no me angustia.
Quererte hoy es morirme un poco.
Quererte hoy es la secuela del tiempo con que me impregné a tu lado.
Quererte hoy es tan natural como tu partida. Eventualmente ocurriría.
Quererte hoy es mi más seria pregunta sin respuesta.
Querer porque fuiste, eres y siempre serás aquél.
Quererte hoy me cala el alma, pero no me detiene.
Quererte hoy es ya tan lejano que se ha vuelto onírico.
Quererte así, sin desangrarme, es una ofensa.
Quererte sin dolencia, dejando que simplemente sea.
Pero no puedo hacer más que quererte,
porque quererte hoy, sin medir fuerzas, es lo más necesario para olvidarte.

Jacarandá querida, o de cómo la cursilería asaltó el blog

22 abril 2012




Jacarandá más de pueblecito que de ciudad. Feliz cumpleaños. Te quiero mucho. (Disculpa lo poco poético de mi participación)

Nardo (de banqueta)

Dibujo de Gaby
Tengo que concentrarme para no desarticular demasiado esta dedicatoria, es decir, brincar arbitrariamente entre los distintos recuerdos y vivencias. Quiero lograr una verdadera heteroglosia que no disuelva las conexiones, sino que fotografíe con precisión la luz de una persona para dejarla siempre viva en mi mirada, cada vez que cierre los ojos. Trabajando en esa dificilísima meta me encontré como por coincidencia con tu escritura, sólo para darme cuenta de que, curiosamente, eso que buscaba ya está en ella. Espero aprender, en tiempos por venir, algo más de ti. Entonces, mi dedicatoria se convierte ahora en una felicitación. Felicito cada letra, cada palabra, cada frase, cada imagen y cada centelleo de imaginación expresada; cada tú, cada hoy, cada ayer, cada mañana.

Fresno. 

Siempre he admirado las jacarandas. Florecen en los momentos adecuados e iluminan, no sé si sin querer, el paisaje y el resto de los árboles. Y lo hacen con tal sutileza que pocas veces volteamos a agradecer.
Hoy es un buen día para ello, porque, por si fuera poco, de entre todas eres la más hermosa. 
Gracias por convertir el día a día y momento a momento en años de entrañable amistad. ¡Feliz cumpleaños! Que reboses cada día más y Dios cumpla los anhelos de tu corazón. 

Arce.

Aurorita boreal, 


Tu llenabas mi ártico con luces, como si quisieras hablarme de mundos donde los árboles enraizan, los colores vibran y el cariño se siente en abrazos apretujados.


En este caso no creo que las palabras alcancen a decirte mi sentir... Quizá la memoria pueda. Estos años se han ido entre insolaciones, canciones de Café Tacuba, lágrimitas débiles, risas fuertes, preocupaciones estridentes, textos sin cabeza, cupcakes voladores, y sobre todo, mucho, muchísimo, muchérrimo, muchisimierrimo amor.
Te quiero mucho.
Aunque ya no en la misma jardinera de ladrillitos rojos, espero que las calles de los años venideros estén llenas de florecitas violetas, así como si fuera a pasar el carnaval de la vida.


G.


Para mi los números describen cosas exactas, fenómenos físicos: velocidad de la caída, torque implementado, temperatura de la flama. Por ello encuentro extraño que la edad se mida con números. Cuerpos nacidos en un día idéntico envejecen o crecen a destiempo. En lugar de preguntar cuantos años tiene una persona deberíamos mejor cuestionarle ¿Sobre cuantos charcos haz saltado? ¿Cuántos mangos haz engullido?¿Qué número de uñas se te han caído? Quizás entonces, si las festividades cronológicas estuvieran compuestas de un aglomerado de nimiedades, las festejaría. Feliz y dades.


Slvdr 


Canción de cuna para una bestia adulta

17 abril 2012

Cierra, ya
ojitos de mis ojos

caídos como tú en el suelo
agotados
por el peso de tu doce mil paraguas negros

párpados-sonrisa

párpados azorados por mis preguntas amorosas

porque
te soñé (¿lo sabías?)

ojitos de mis ojos
con tu barba también negra y dormida y dulce
(sabor a beso)
y adentro de esa barba que es más un huracán desatado por los titanes del principio de los siglos
ojitos de mis ojos tú
que sonríes como sonámbulo

casi abiertos y cerrados casi, tú

ojitos verdes duerme, mejor

para que cuando despiertes:
me mires:
brilles.

bestiario VII









Estimado peregrino; no creas que porque viajas, o porque inventas, o porque cuentas, o porque soplas o porque extrañas, o porque narras o porque vives, o porque sonríes con esa tu sonrisa tuya de creador dormido con el lunar perfecto justo encima de la boca suave de tu sonrisa, no creas, pues, que porque eres perfecto yo te amo. No te amo, no te amo, no te amo.









Bestiario VI

16 abril 2012

Eres un muchacho extraño estás demasiado cerca, parece que no percibes mi ritmo de árbol, mi temblor de hojas, mi uno dos tres de secreto aplauso, se me caen las flores de jacaranda...

Eres un muchacho extraño, me tomas demasiado, me tomas de a segundo, pareces siempre hambriento, siempre exangüe, y no parece que notaras que eres un muchacho extraño; que tienes demasiado alto el juego y no te fijas en que nos pisas cuando bailas. No haces nada bien, muchacho extraño, arrastras las patas y estiras el hocico, y babeas cantifleados y cometes vulgaridades inocentes y me pisas cuando bailas; pero así con todo y tus manos que parecen dos muertos arrastrados, aún con esos dos ojos brillantes y aplastados por tus groseros párpados de pestañas largas y groseras, y tu risa castaña y ruda y tus dientes afilados como dragones ofendidos, con eso y todo te quiero, te quiero sinceramente, miserablemente, como un recorrido de montaña, como una noche severa, así te quiero, muchacho extraño, con tus dos manos muertas que pones en mis dos hombros sucios y vacíos, porque los llenas de torpezas. Así con todo te quiero.

Bestiario V

Desvergonzado, se pasea de la mano de la argentina. Él, que sabe que todas las mexicanas estamos detrasito de sus pasos de bombero. Agarra y la sujeta fuerte de la cintura de avispa, y le roba unos besos calientes, como los que seguro dan en Argentina. Ella es indiscreta, fogosa como incendio y tiene el descaro de ser pelirroja. Allá van, con su bamboleo, él con su armatoste de cangrejo y ella con un vestidito que apenas ocupa para volar. No hacen buena pareja, pero ya sabíamos que iban a terminar así, uno con otro, como dos deseos que sólo se cumplen a sí mismos, y que nos dejan en el traste a todos los demás. Así van, caminando, una por las nubes, el otro dando pasos de gigante, orgulloso y torpe campeón. Torpe, en serio, porque la argentina que se regresa en un par de meses. Por eso es que yo creo se besan tanto, por eso hay tanta lluvia estos días, porque hacen truenos esos dos, una con su cancioncilla entrecortada, el otro con su rugido de toro, hacen lluvia, se les ve de lejos que no pueden hablar de otra cosa que no sean sus besos de argentina, y sus besos de campeón.

Charla cotidiana

15 abril 2012


-- ¿Cuánto pesó la bebé?
-- 3.450 y le dijeron obesa.
-- Yo pesé 5 kilos
-- ¿Tú? ... Tú estabas obesísimo

Con-versación

13 abril 2012

[Había olvidado el hastío que me produce hablar contigo] ¿Cuál es la razón por la cual nos encontramos siempre en la misma situación, en los límites del choque-despedazamiento total? [Si mirara de nuevo a tus ojos, me vomitaría] ¿En qué momento formulamos como propósito de nuestra interacción la colisión indeterminada y continua, la laceración permanente? [Tú sabes muy bien lo que has hecho, detrás del telón de la bondad te encuentras tú, asquerosamente interesada] Lo que realmente necesitamos es romper con el círculo vicioso de la frustración [¿Y para qué tanto trabajo? Si a final de cuentas vuelves sobre tus pasos, como el divagante que se empecina en pasar de nuevo sobre sus propias huellas en la arena] y actuar directamente. Pero se me olvida, eso no es una posibilidad [Tírate mejor al vacío, desgarra tus vestiduras y déjalo todo de una vez por todas].

Hay una tristeza casi a-humana que se desliza viscosamente debajo de la superficie de cada una de tus palabras, de los ruidos que produces con la boca y se lanzan sobre mi garganta como navajas de hielo perfectamente afiladas. He llegado a convencerme de que esa es la razón metafísica de mi incapacidad por hablar para responderte cuando buscas herirme con tu persistente estrategia. He llegado incluso a considerar con toda seriedad el alejarme repentinamente de tu influjo, en un instante tan corto y abrupto que en sus secuelas se denoten efectos que persistan durante mucho tiempo, que se expandan lentamente a través de los días (los meses, los años) para diseminar tu odio oprimente en los largos trazos que componen los contornos de una historia filmada en tonos de azul, en nueve horas, sin cortes de ningún tipo... en una sola escena. Que el tedio permanezca para sofocar con paciencia toda esa ira dirigiéndose hacia mí como latigazos eléctricos de alta tensión en un cable pelado.

Me dirijo a la puerta, es hora de la cena. En la charola están, nuevamente, las revistas con el vaso de leche y el sándwich asqueroso de paté. Una hojeada rápida en las primeras me confirma - quiero pensar - que ya las he leído repetidas veces anteriormente. La leche huele a soya sintética, y su consistencia es casi como la de un aceite para cocinar. Una temerosa mordida al sándwich casi me hace vomitar por su sabor a restos animales malolientes. Voy a aproximarme al cuaderno para escribir sobre esto, detallarlo con mucha precisión: siento que mis sentidos se están degradando, se arriman a su propio ocaso, y las sensaciones que percibo no se tornan insípidas, sino repulsivas. No estoy bajándole el volumen a la existencia, estoy distorsionando sus dimensiones para resaltar la monstruosidad latente en todo lo que es, en todo lo que soy. ¿Tiene algún sentido esto que me escribo? Escribo que me escribo escribiéndome, cuando de pronto una luz incandescente se introduce iluminando las paredes por una fracción de segundo, y mi concentración se esfuma detrás de ella. Abro el cajón, trato de lanzar con rabia el cuaderno dentro de él pero prefiero sacar los cigarros y el encendedor. Prendo uno, me aproximo a la ventana (bendita y maldita ventana)... está lloviendo afuera. A veces desearía ser el humo que sale de mi nariz para desvanecerme atravesando el marco de esta ventana.

Disfraces

10 abril 2012

Apareció como confusión, terrible ironía que la misma apariencia de confusión fuera una confusión en sí misma. La percibió clara después, se trataba de tristeza que evolucionó a enojo y luego a satisfacción disfrazada de indiferencia. La confusión surgió por esa mala constumbre de seguir teniendo ilusiones, no, ilusiones no, deseos disfrazados de ilusiones.


Recurrente, predecible, ya no hay nada que lamentar, o eso quisiera. No puede evitar sentir esa pequeña herida interna, el deseo que se fragmenta poco a poco esperando el glorioso momento de la destrucción total, la final desaparición.

Manos en un envoltorio

09 abril 2012

A él le encantaban sus manos. ¿A él? Sí, a mí. Unas manos pequeñas pero no demasiado, delgadas pero no hasta los huesos, cortas pero no achatadas. Curtidas por un trabajo que desde la primera mirada denotaba haber sido metódico, más bien dosificado: se distribuía entre las esquinas de las articulaciones y descendía con regularidad precisa, hacia el desemboque de las palmas por un lado y de los nudillos por el otro. Se hacían patrones estriados de belleza impresionista, para que cuando alejase la mirada pudiera apreciar la totalidad del cuadro con admiración anonadada. Cuando las giraba hacia su rostro el trabajo impreso en las manos trazaba pequeños mapas que se suspendían virtualmente en el espacio, en un acto de sobre-estimulación de mi propia imaginación...
¿Por qué mi mirada se posa sobre tus manos? ¿Por qué se posa ahí para no querer dejarlas? Me pregunto una y otra vez con la intención de evitar la operación sin poder lograrlo en absoluto. Después de todo, ¿Qué son manos que son ojos que son mirada? ¿Qué son manos que son ojos que son mirada que se deposita en ese lugar?
Son sensaciones acompañadas de imágenes: o son manos ajenas... ¿Tus manos son tus manos? Reconozco tus manos por sus pequeños detalles. Una línea que atraviesa los senos de tus palmas, o pequeños callos semiduros en los dobleces de tus dedos. Pero lo que realmente las define (definir: un imposible) es cómo sabes sin saberlo que mueves tus manos, entre el salero, la mesa y tus rodillas, te frotas los dedos, delicia de las sensaciones, extremo de los impulsos, y los entremezclas como arañas, o como pequeños tejidos de seda que se componen caprichosa, casi hedonistamente, persiguiendo al haz de luz que se les escapa.
Cuando tus dedos y tus manos detrás de ellos suben para posarse sobre tus labios, de inmediato dudan, reniegan de su propio deseo y se(te) detienen(s) y se devuelven por completo hacia la mesa, para regresar hacia el principio que en ese instante yo mismo me estoy inventando, como si de alguna manera hicieras una especie de rutina gimnástica que se repite en series, ciclos o secuencias: un sueño dentro de un día. Pero de inmediato tus manos se percatan y refutan mi hipótesis, me muestran lo que hacen sin mostrármelo, me enseñan que parecen dibujar un triángulo o una parábola, y en cuanto aprehendo ese momento lo dejan, lo cambian, lo deshacen, me abandonan...
Tus manos son cartografía que estratifica crónicas que me hablan de tí, y se desenvuelven en frases célebres de tu biografía poco a poco inventada por mí. Las frases son siempre imágenes en claroscuro de poderes exteriores alguna vez manipulados a tu voluntad, introducidos inconscientemente en los talles de mis venas. Corren todas ellas por el centro mismo de mi sangre e implotan vertiginosamente para reducir mi cuerpo al tamaño y la forma de un espejo, yo sin sustancia ya, yo sin nada que mostrar más que tu reflejo.
¿Qué serán mis manos para las tuyas? ¿Esperarán algo de ellas? ¿Tocar tus manos será como hundir las mías en un agua diáfana y tibia, como experimentar (al fin) una muerte placentera?
Me doy cuenta de que mis manos ya las tengo, y con ellas quiero recorrer las tuyas, saborear los pliegues, deslizar los talles, deshacer los nudos y memorizar cada uno de sus surcos. Tengo mis manos para tan sólo pretender tener las tuyas. Mis manos ya las tengo porque en ellas hay un mechón de nervios que se crispan y erizan cuando perciben aquella presencia, imaginada o actual; porque se quieren desenvolver en el espacio que produce un momento con mucha más importancia que cualquier otro... tocarte.
Hay tres palabras que explican por qué quiero tocar tus manos: para recordarte siempre.

las piernas abiertas


a veces se vive con las piernas abiertas
y se derraman los muslos
en la concentración de una idea líquida. se vive con las piernas abiertas
se despierta entonces , un vértice de carne palpitante,
                       húmeda.
con las piernas abiertas
se duerme un dragón que ha esperado impaciente fumando.
las piernas abiertas,
se mastica la luz
con todas
las piernas
abiertas.

La Espera

08 abril 2012

Esperando en una plaza abierta es como caí en cuenta del curioso hecho del lugar que ocupo en este mundo. Según un famoso principio de la física, no puede haber dos objetos que ocupen el mismo espacio al mismo tiempo. Pero por más autoevidente que eso parezca, estar sentado en ese preciso lugar con esa serie de cuerpos y sustancias que me rodeaban como en un sueño lúcido, despertó en mí la idea de habitar un cuerpo único que ya desde siempre está dividido en sí mismo. Era, éramos... somos la sombra incontenible de un espejo sin objetos que reflejar, el lapsus continuo y sostenido - como a manera de un obstinato - del resquebrajamiento hacia adentro que un ente sufre. Y cada vez que algo nuevo aparece (ver pasar un accidente automovilístico, presenciar el acontecimiento de una marcha política o el de una niña que se detiene a ver mi playera de rayas) es como si aquello que se rompió tenga que recoger sus pedazos uno a uno, con detenimiento.
Pero entonces, en el acto de hacerlo, todo lo que ha sido recogido existe ahora de manera diferente. Una sonrisa de complicidad de aquella persona se transforma en un memorándum sobre las responsabilidades; este fugaz momento de autorreflexión pasa a ser la espera cronometrada de alguien o algo por venir; tus palaras y tus caricias - tu cuerpo - se desvanecen en el espeso aire de la ambigüedad: ¿Qué somos? Es como si se tratara de que todo instante de libertad emancipada e idílica se convirtiera, por sus propias reglas de sucesión, en un grito desesperado que se queda bloqueado detrás de una pared sólida y helada que inmoviliza por completo las cuerdas vocales y que doblega cualquier intento enloquecido por salir. Ya no me encuentro tocando la puerta con todas mis fuerzas, nadie me está abriendo. Quiero tumbarla a golpes, destrozarla con mis puños: ¡Quiero entrar!

Estoy esperando a que un diminuto pedazo de ese supuesto todo colisione contra mí, me haga devolverme en pedazos también al arborescente resquebrajamiento de ese todo. ¿Eres tú, quien espero, quien me entregará a esa devolución? Párteme en pedazos con tus manos, desmenúzame con tu mirada y acaricia cada uno de mis restos. Devuélveme.

Una pequeña bestia

02 abril 2012

Es que debo recordar ese pequeño instante cuando hablaste bajito para decirle a ella (no a mí, a otra de tantas ellas):

Te amo.

(soy un caso absolutamente perdido, enamorada del amor; no pude evitar observarte cuando la mirabas por el rabillo del ojo y sostenías la respiración para esperar su respuesta. Todo tú eras perfecto; tu camisa desabotonada, tu gabardina abierta, tu cabello despeinado, tus ojos claros y cansados. Eras perfecto, todo tú, efímero como el instante de tu paciente silencio -eterno, de seguro, para tu amor rebasado-. Luego ella vino a romper tu encanto con su torpe alegría. Entorpeció también tu beso, que debía ser hermoso... y la jacarandá indiscreta deja caer sus flores en situaciones que no le incumben en lo más mínimo)


Bestiario IV

No... no lo hagas...
¡No otro músico, mujer!

¡Por piedad, no otro músico!

No ya, de nuevo, la vibración profunda, adentro adentro de las venas, (lo sabré yo) no otra vez, las manos (manos firmes, venosas, grandes) manos hacedoras de canciones (sonidos graves siempre graves)... no de nuevo la mancha hermosa adentro de los ojos que perciben sus voces de marimba y de violines...

¡Por amor a tu profunda tumba, no! No otra vez el nombre de las vocales primitivas: do, mi, amor, sol, sol, sol....

....ay, no deberías, corazón, pareciera que no aprendieras qué mal, hundirte al menos un susurro en este músico tan alto y tan serio, tan acertijo de cuello amplio y moreno de los días martes y jueves, ora ámbar, ora jade, ora absalón, absalón.

Calla, por misericordia de nuestra existencia, calla, calla, calla.