Circularidades

26 abril 2012


Los pedazos de ceniza que dejaba sobre la mesa detrás de cada fumada son lo más satisfactorio que pude haber hecho aquella noche. Porque corretearnos simbólicamente en círculos viciosos de pura y total indeterminación terminó por hastiarme, no por el hecho del juego mismo de la tensión, sino porque me devolvió de manera torrencial todas las memorias de esa misma operación que ya no estaba dispuesto a realizar. Maldita actividad circular.
El tiempo hace la diferencia, en verdad, y tras haber recordado con desesperante lentitud cada uno de los instantes pasados en los que yo me convertía en partícipe del juego seductor, la náusea escaló fulminantemente de las puntas de mis pies a los extremos de los cabellos en mi cabeza. Todo el cuerpo se convertía en una podredumbre asquerosa a punto de vomitarse a sí misma, temblando de rabia, tedio, tristeza, adormecimiento, insensibilidad. Antes de culminar mi acto de explosión violenta, me detuve estoicamente para tan sólo alejarme, levantar el vuelo para surcar a través de las gélidas nubes de mis pensamientos. Ese cielo mío que conozco tan bien, que me espera cuando te tengo que abandonar.
Me humedecías con tus señas incomprensibles de atención sumergida en el filo más cortante de la ambigüedad, para que mi reacción no fuera la sorpresa o la desesperación; es mejor retraerme al silencio para neutralizarte con una sonrisa acompañada de una frase estándar de empatía. Después de todo, ¿qué necesidad de antagonizar? Laissez-faire, principio estúpido y estéril que me obligas a practicar. Para tener la entereza obstinada de alejarme de ti, no necesito hacer aspavientos o levantar inquisitivamente mis manos para señalarte con rencor, sólo tengo que recostarme en las suaves plumas de mi buena amiga la amargura y observarte actuar disparatadamente a través de los segundosminutoshoras… hasta que te canses o decidas retirarme de tu presencia.
El coqueteo presencial se volvió un arte de la autoenajenación yo-pretendo-que-te-quisiera-cuando-no-o-quién-sabe-cuáles-son-mis-intenciones-de-verdad. Palabras faltan, como siempre, pero la sensación de quiebre súbito que suelta a chorros permanentes la frialdad en la que se ha vuelto mi sangre, no me deja escapar ya a la comodidad evanescente de mi imaginación escalonada, de mi estación primaveresca donde el amor no se acaba porque siempre es correspondido.

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