Aquí es donde encuentro la punta
de mi hilo de Ariadna:
Usted tiene demasiados problemas, me dijo, tiene que tomársela con
bastante calma durante un tiempo. No se mueva tanto, hay que estar tranquilos
durante el procedimiento para evitar accidentes. Cuando le de la señal, va a
sentir un poco de dolor en la parte trasera de su cabeza, no se preocupe… ¿Ya
empezamos? Chequen bien la regularidad de sus signos vitales… Aquí podemos
encontrar algo interesante.
En efecto, lo más interesante de
todo era el brillo tornasol del tejadito que los otros usaban para cubrirse del
sol. Cuando los rayos caían con aplomo sobre las finas hojas de arcilla
acomodadas en líneas perfectamente calculadas, el color me dilataba las pupilas
y después de un tiempo podía cerrar los ojos, mover la cabeza hacia los lados y
abrirlos para dibujar formas de seda cromática en el amplio patio que me
rodeaba. Debajo del tejado las largas y delgadas bancas plateadas sin respaldo
que, en dos filas de tres, daban la oportunidad de observar con detalle los
gestos – y en consecuencia las actitudes – de cada uno de los que se sentaban a
sofocar el sopor que les producía el sol resplandeciente. “Los que están ahí
sentados”, pensaba, “me hacen completar el cuadro orwelliano en el que estoy”. Son
asistentes a su propia reificación, su sopor es producto del sol tanto como de
la muerte lenta que uno vive en este lugar. Las raíces se sumen en la frente
hasta que cubren todo el cerebro, succionándole los líquidos, secándolo de a
poco. Eso sentía yo también cuando levantaba la mirada de nuevo al sol que es
un disco de luz y sentía sus emanaciones atravesar los párpados, los ojos, los
nervios, la materia gris…
Bueno, ya tuvimos suficiente por hoy. De seguir así se va a recuperar
pronto, ¿eh? Está mostrando un progreso increíble (!) para ser la primera sesión. Todos sus problemas dependen de qué tanto
esté dispuesto a hacer con paciencia su recuperación objetual, ¿Si me explico?
El Sol, buena metáfora para los
choques eléctricos.
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