Una pequeña bestia

02 abril 2012

Es que debo recordar ese pequeño instante cuando hablaste bajito para decirle a ella (no a mí, a otra de tantas ellas):

Te amo.

(soy un caso absolutamente perdido, enamorada del amor; no pude evitar observarte cuando la mirabas por el rabillo del ojo y sostenías la respiración para esperar su respuesta. Todo tú eras perfecto; tu camisa desabotonada, tu gabardina abierta, tu cabello despeinado, tus ojos claros y cansados. Eras perfecto, todo tú, efímero como el instante de tu paciente silencio -eterno, de seguro, para tu amor rebasado-. Luego ella vino a romper tu encanto con su torpe alegría. Entorpeció también tu beso, que debía ser hermoso... y la jacarandá indiscreta deja caer sus flores en situaciones que no le incumben en lo más mínimo)


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