La Espera

08 abril 2012

Esperando en una plaza abierta es como caí en cuenta del curioso hecho del lugar que ocupo en este mundo. Según un famoso principio de la física, no puede haber dos objetos que ocupen el mismo espacio al mismo tiempo. Pero por más autoevidente que eso parezca, estar sentado en ese preciso lugar con esa serie de cuerpos y sustancias que me rodeaban como en un sueño lúcido, despertó en mí la idea de habitar un cuerpo único que ya desde siempre está dividido en sí mismo. Era, éramos... somos la sombra incontenible de un espejo sin objetos que reflejar, el lapsus continuo y sostenido - como a manera de un obstinato - del resquebrajamiento hacia adentro que un ente sufre. Y cada vez que algo nuevo aparece (ver pasar un accidente automovilístico, presenciar el acontecimiento de una marcha política o el de una niña que se detiene a ver mi playera de rayas) es como si aquello que se rompió tenga que recoger sus pedazos uno a uno, con detenimiento.
Pero entonces, en el acto de hacerlo, todo lo que ha sido recogido existe ahora de manera diferente. Una sonrisa de complicidad de aquella persona se transforma en un memorándum sobre las responsabilidades; este fugaz momento de autorreflexión pasa a ser la espera cronometrada de alguien o algo por venir; tus palaras y tus caricias - tu cuerpo - se desvanecen en el espeso aire de la ambigüedad: ¿Qué somos? Es como si se tratara de que todo instante de libertad emancipada e idílica se convirtiera, por sus propias reglas de sucesión, en un grito desesperado que se queda bloqueado detrás de una pared sólida y helada que inmoviliza por completo las cuerdas vocales y que doblega cualquier intento enloquecido por salir. Ya no me encuentro tocando la puerta con todas mis fuerzas, nadie me está abriendo. Quiero tumbarla a golpes, destrozarla con mis puños: ¡Quiero entrar!

Estoy esperando a que un diminuto pedazo de ese supuesto todo colisione contra mí, me haga devolverme en pedazos también al arborescente resquebrajamiento de ese todo. ¿Eres tú, quien espero, quien me entregará a esa devolución? Párteme en pedazos con tus manos, desmenúzame con tu mirada y acaricia cada uno de mis restos. Devuélveme.

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