dije que ya no iba a escribir

26 enero 2012

Y soñé que me enfermaba y enmudecía. Entraba en el dichoso estado de iluminación. Y tenía un orgasmo o calambre permanente que me amarraba la lengua al vacío o quizá a lo amontonado, al desastre total de mi sangre, al orden caótico de mis huesos y músculos y yo me quedaba atrás. Apartada del mundo. Pasmada y como bruta y como mensa. Y no podía siquiera subir un escalón. Así, sumida en el nadie. Andrógina muda. Cuerpo neutro de luz. No sirvo para nada. Y él estaba en mi cama, porque me trajo flores, porque en la tarjeta de las flores se dibujó a él mismo (y parecía un ideograma universal) y me dejó las flores afuera de mi casa (como siempre había querido que hicieran). Así que vino y como que hablamos y como que ya no me importó que no fuéramos novios, porque lo único que en realidad quiero a veces es sexo, perseguir un instante no tan instantáneo de silencio y luz nomás. Así que como que lo perdoné o más bien me valió madres. Y tuvimos sexo o hicimos el amor (como más sensato le parezca al pobrecito lector) y pedimos sushi a domicilio, buscamos el menú en internet y encuerados esperamos a que llegara la cena. Con su salsa soya y todo. Empaquetadito todo muy lindo, en cartón. Y tuvimos sexo por segunda vez y pensamos en la posibilidad de ser adictos al sexo. Y dormidos medio abrazados y a rato medio hartos (creo yo) de haber vuelto a la misma situación. Los únicos elementos nuevos en la ecuación: flores + sushi + platiquita en el sillón (en el sillón no duramos más de veinte minutos). Y entre que es la droga o el alcohol o mi síndrome de abstinencia que ya va para ser un año (sí) o mi absoluta inconformidad con la vida, nos despertamos y abrí las cortinas por más que él hiciera berrinche y le aventé la realidad en la cara: ya salió el sol, tengo hambre, párate de la cama (carajo, pensé) Y le hice de desayunar y tomamos café y el fumó un cigarro (el cigarro nunca me ha gustado) pero no me abrazó como quise, lo abracé y el dejó los brazos colgados ahí, como muerto. Y me aburrí muy rápido y las flores ya no me parecieron tan hermosas (qué culpa tienen ellas) pero la tarjeta sí. La tarjeta y su dibujo y su letra. Eso.

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