Épocas navideñas.

26 diciembre 2011

Ya que mi cumpleaños cae un poco antes de Navidad y como la mayoría de la gente sale de la ciudad, estoy acostumbrada a felicitaciones a distancia, a la salida rutinaria con mis padres y a las muy bienvenidas vacaciones en cama.
Entrada la tarde -o al día siguiente- recibo preguntas del tipo : "¿Qué tal tu día?" "¿Cómo te la estás pasando?"
La obligación al goce hace que no responda nada. Carezco de palabras para decir con total franqueza: Me la estoy pasando de la chingada o, estoy deprimida o, es un día común y corriente ¿cómo ves?
Digo, tampoco es que salga uno a la calle y una escena parecida a esta se presente:



El día avanza sin tropiezos para los tabiquillos.

No me lo tomen a mal, claro que me gusta ser felicitada y esas cosas. Lo que no sé es cómo contestar esas preguntas sin sentirme obligada a explotar de la felicidad o hacer algo extravagante sólo para tener algo que decir.
Este cumpleaños en particular me la pasé sumamente triste. Recuerdos vinieron y se instalaron en mi piel, como una película que se proyectaba directamente sobre mis órganos. Estaba plenamente consciente de que era mi cumpleaños y lo que eso significaba -o no-.

Sólo a poquitas personas les pude contestar: "No muy bien", sin sentir que las defraudaba.

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