Día y Sol.

18 marzo 2012

El sol también cae sobre los desdichados. Les quema las pestañas cuando quitan las manos que cubrían sus ojos, y les frunce el ceño sin remedio cuando colocan la mirada sobre el otro. Todas esas historias lúgubres, de nubes en tonos grisáceos o sombras polimorfas al más puro estilo film noir no son opción para mí. Yo experimento la desdicha miserable a todas horas (desde que tú sucediste, claro está) porque ella - las dos ellas - se ha transformado en una presencia indetectable que está detrás de cada estímulo que percibo y que nunca tuvo origen o fue implantada por alguien, por algo.

Pero tal vez esto último no es verdad, porque así como el sol lastima y curte las pestañas cuando las toma desprevenidas, las palabras que todas ustedes pronunciaban sin siquiera hablar fueron esculpiendo con cincel y poco a poco cada espacio de mi ser. Esas palabras que no necesitan ser pronunciadas para marcar un acontecimiento o una hendidura en el suave material de mis sentimientos; esas palabras que son actos que son cuerpos y olores o sustancias que se combinan siempre de maneras diferentes, pero que trágicamente finalizan con el mismo resultado. Y no digo todo esto para excusarme de mis múltiples y solapadas faltas: ha llegado el momento de acabar esta escultura que fue modelada con desgracia por duros materiales que no eran capaces de notar la delicadeza y el detalle de aquello que trabajaban. Ha llegado el día en que entrego la obra que fue hecha por ustedes, in which I deliver the innermost damage done so that you can do what you want with it. After all it's yours, you are the artists. No es necesaria para mí, ahora que ya comprendo que no voy a poder volar jamás, que no voy a volver a ser aquello que me prometí que sería...

Imaginario dialéctico, ¡Vaya estrategia! Tú también te derrites como cada pliegue de mis manos en este fuego que no es mío pero que nunca, nunca paró de calcinarme. Ya volverá ese tiempo otro que me entregue lo mínimo necesario y se abstenga de hacer comentarios a propósito de mí. Ya llegará esa fuerza de hierro con sabor oxidado para mantener a raya los impulsos más nobles o ingenuos de reconstrucción. Usted, ¿es feliz siendo infeliz?

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