Tedio

13 julio 2012

Un paso, hacia cualquier dirección, se supone que compone aquello que queremos llamar movimiento. En lugar de una direccionalidad, presumimos la sustancia de una necesidad. Aquí se detienen los impulsos del deseo porque no hay manera alguna de encauzar su fatídica existencia. Son y suceden precisamente porque se irrepresentan, vorágine de la sustancia misma que nos limitábamos a explicar. Aquí todo está bien, aquí todo está mal.

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